No, no es para hacerte viral. Ni para compararte con las demás.
Instagram no es tu trabajo. Tampoco es una obligación. Es una herramienta. Y como toda herramienta, depende de cómo la uses.
Si lo usas para mirar a otras psicólogas todo el día y pensar que vas tarde, mal y regular, entonces te está drenando. Pero si lo usas para mostrar tu mirada, tu forma de trabajar, tu voz… puede ser un puente directo a tu próxima paciente.
Instagram no es la consulta. Es la sala de espera.
Ahí te descubren. Ahí te observan en silencio durante semanas. Ahí alguien guarda tu post en favoritos y un mes después te escribe: “Hola, llevo tiempo siguiéndote y me he decidido a pedir cita.”
Eso es lo que hace bien Instagram: mantenerte presente. No agobiarte para que publiques como si fuera una fábrica de contenido.
Pero ojo: no confundas presencia con estrategia
Subir reels porque “hay que subir reels” no es estrategia. Hacer carruseles porque “funcionan” no es estrategia. Tú no estás aquí para entretener. Estás aquí para acompañar. Y eso se nota en cada publicación. Cuando escribes desde lo que sabes y no desde lo que se lleva.
Entonces… ¿para qué sirve Instagram si eres psicóloga?
Sirve para que te vean. Para que te conozcan un poco antes de pedir cita. Para que alguien diga: “Con ella me siento segura.” Pero no sirve para sostener un negocio entero.
Instagram es el principio del camino. La parte bonita del escaparate. Pero la tienda está en otra parte: en tu web, en tu propuesta, en cómo haces sentir a quien llega a ti.
Y si Instagram te tiene agotada…
Suelta un poco. No desapareces por publicar menos. Desapareces cuando tu mensaje se vuelve genérico, automático, y ya no dice nada.